martes, 8 de diciembre de 2009

Fearless

Entré a casa corriendo y me encerré en mi habitación. Trabé la puerta y me deslicé —aún llorando— hasta quedar sentada en el suelo de espaldas a ésta.

No se merecía mis lágrimas, pero el dolor que sentía en el pecho era tan grande que debía sacarlo afuera. Había jugado conmigo todo el tiempo y aún no podía descifrar cómo había podido ser tan ilusa.

Unos suaves golpes en mi ventana me hicieron salir de mi mente un instante. Me levanté y caminé hasta ella para ver a su hermano del otro lado del cristal que esperaba con las manos en los bolsillos que le respondiera, preocupado.

Abrí la ventana y corrí un poco las cortinas transparentes para que pudiera verme. Sinceramente, la única persona con la que me daría el lujo de hablar ahora sería con él.

— ¿Qué haces aquí? —pregunté secando las lágrimas de mis ojos con el borde de la manga de mi camiseta.

— ¿Puedo? —preguntó señalando la puerta, aún observándome con una mezcla de timidez e inocencia.

—No, está mi madre en el comedor —logré articular, intentando contener las lágrimas que brotaban de mis ojos—. Entra por aquí si no te molesta.

Se acercó a la ventana mientras yo terminaba de abrirla completamente y luego de un pequeño salto se encontraba en mi habitación. En ese momento agradecí que mi casa fuera de un solo piso.

—Tranquila —me susurró mientras yo me perdía en su abrazo y me acariciaba el cabello—. No me gusta verte así, por favor.

—Lo siento —me disculpé mientras me alejaba un poco de él y las lágrimas seguía corriendo el maquillaje de mis ojos—. Siempre lo sospeché pero jamás creí que fuera verdad.

—Si lo hizo fue porque no supo valorar lo que tenía a su lado —me explicó Will con extrema delicadeza mientras nos sentábamos en mi cama. Se notaba que estaba nervioso y no quería empeorar mi situación, pero ya nada podía hacerla peor—. No merece estas lágrimas, créeme.

— ¿Te explicó algo alguna vez? ¿Sabías de todo esto? —pregunté rápidamente, haciendo que las palabras colisionaran antes de salir de mi boca.

—Em… esto… no oficialmente —me confesó apenado—. Los vi una vez pero no dije nada.

— ¿¡Qué!? —pregunté levantándome de un salto—. ¿Cómo pudiste? ¡Creí que estabas de mi lado!

— ¡Y lo estoy! —me gritó mientras se levantaba para ponerse a mi altura—. Pero tienes que entenderme…

— ¿Qué es lo que quieres que entienda? ¡Me mentiste William! ¡Me ocultaste algo con lo que podría estar ahorrándome este horrible momento! —las lágrimas me traicionaron de nuevo y comenzaron a salir sin compasión. La cabeza se me salía de su lugar, era un dolor insoportable el que sentía—. ¿Por qué lo hiciste?

—Por que te veías muy feliz y nada vale más para mí que eso, Sam —me confesó, un poco ruborizado y nervioso. Mi cabeza quedó en blanco y terminé acostándome en mi cama boca abajo con la cabeza hundida en mi almohada, intentando amortiguar el llanto.

Sentí cuando Will se sentó a mi lado en la cama y comenzó a acariciar mi cabello suavemente otra vez. No había nada que me relajara más que eso.

—Intenta mantener tu mente en otra cosa, Sam —me susurró—. Es lo que siempre hago cuando estoy mal.

— ¿Cómo quieres que piense en otra cosa? —me quejé—. Acabo de ver a la persona que más amé en este mundo con otra cualquiera y pretendes que piense en otra cosa, ¡es algo imposible!

—Escapémonos un rato de todo esto —me sugirió muy convencido—. Vayámonos lejos unas horas para despejar tu mente.

Me di vuelta y me senté para mirarlo a los ojos. Éste se rió al ver mi cara y supuse que sería por el maquillaje corrido, pero no le di importancia y terminó contagiándome. No podía pedir más que una sonrisa de mí en este momento.

— ¿Dónde quieres ir, Will? —pregunté—. ¿Y cómo?

—Será sorpresa —me dijo sonriente—. Iré a mi casa a buscar algunas cosas, tú sólo abrígate y espérame aquí.

— ¿Estás seguro de esto?

—Jamás estuve más seguro en mi vida —me respondió. Aquellas palabras resonaron en mi mente todo el tiempo que estuve esperándolo mientras guardaba mis llaves en el bolsillo de la campera y terminaba de cargarle la batería a mi teléfono. Salí de mi habitación sólo por un segundo para tomar un par de desmaquillantes del baño y dejar mi cara en un estado normal ante cualquier persona.

La ventana había quedado abierta y pegué un salto del susto que me dio Will cuado se asomó para ver si yo seguía allí.

— ¡No hagas eso nunca más! —le grité, apoyando ambas manos sobre mi corazón que parecía salirse de mi pecho a cada latido.

— ¿Es para tanto? ¿Tan mal me veo? —preguntó observándose. Llevaba una campera de cuero negra y unos lentes oscuros que le quedaban para el crimen si se los sumábamos a esa encantadora sonrisa y los lunares que se esparcían por su cuello. Se había tirando el flequillo hacia atrás, como si lo hubiera atacado una ráfaga de viento y eso sólo lo hacía aún más interesante a mi vista.

—Sí, en verdad te ves muy mal —respondí sarcásticamente mientras tomaba mi teléfono y lo guardaba en uno de los bolsillos de mi pantalón—. No, no me hagas pucheritos… ayúdame a salir.

Luego de un pequeño salto, me encontraba afuera y lo miré expectante mientras seguía mascando chicle. No estaba segura si lo hacía a propósito, pero se había dignado a mantener toda mi atención sobre él.

—Te encantará esto, es nueva —dijo mientras me hacía dirigir la mirada hacia la enorme motocicleta negra y roja que nos esperaba para huir.

—Es… increíble —logré articular mientras pasaba mi mano sobre el asiento de cuero negro—. Muy hermosa, te felicito.

—Gracias —respondió orgulloso ante mi halago—. Ya tienen algo en común.

— ¿Disculpa?

—Nada, olvídalo —me dijo sonriente colocándome el casco y ayudándome a subir a la motocicleta que me libraría de mis preocupaciones… por lo menos un rato.

—Agárrate fuerte —me dijo riendo mientras aceleraba, cosa que yo obedecí al instante y abracé su cintura con miedo. Cuando apoyé mi cara en su espalda, vi en la vereda de enfrente a su hermano, con unas flores en su mano y una feliz mirada que se transformó al instante cuando vio con quién estaba y dónde.

Sonreí ampliamente y lo saludé con una mano mientras comenzaba a alejarme abrazada a Will.

«Adiós Nicholas, no esperes que regrese».

Luego de un rato de conducir, comencé a relajarme más y sentir la fuerte brisa que chocaba en mi rostro terminó de quitarme lo poco que me abrumaba, así podría comenzar a disfrutar este pequeño escape.

—Te encantará esto —me gritó Will para que pudiera oír su voz sobre el viento.

Nos adentramos en una carretera bastante antigua por lo que se veía, ya que el camino era de tierra y a ambos lados se veían pequeñas casas de campo valladas. Llegamos hasta un terreno enorme donde un gran roble se hacía dueño de aquel hermoso paisaje.

La motocicleta se detuvo, logrando que nos envolviera una nube espesa de polvo, y ambos instintivamente colocamos un pie en la tierra para no caernos.

Me bajé y sentí el calor de su mano cuando tomaba la mía. La tierra que volaba a nuestro alrededor se había esfumado y creí desmayarme cuando ambos nos dedicamos una pequeña sonrisa mientras observábamos nuestras manos.

—A que no me alcanzas —me dijo, divertido—. El primero en tirarse bajo el árbol gana.

—Muy bien —dije y tiré de su brazo hacia atrás para retrasarlo y echarme a correr.

— ¡Eso es trampa! —gritó mientras se levantaba del suelo. Yo giré mi cabeza hacia adelante y continué corriendo muerta de risa, pero cuando estaba a punto de sentarme bajo el árbol unos brazos envolvieron mi cintura y me quitaron del camino, dejándome sentada sobre el césped.

— ¡¿Y a eso cómo lo llamas?! —pregunté en un grito.

—Ven aquí, no te enfades —me dijo abriendo sus brazos. Estaba sentado bajo el árbol con la espalda apoyada en el grueso tronco y con sus lentes oscuros aún puestos—. Además, tú empezaste.

Me senté a su lado y me dejé envolver por su brazo, apoyando mi cabeza en su pecho, sintiendo los latidos de su corazón.

—Que hermoso —dije instintivamente cuando noté que estábamos contemplando el atardecer.

—Otra cosa que tiene algo en común contigo —dijo en un susurro, haciendo que levantara mi vista para verlo. Le quité los lentes y los tiré junto a una de las enormes raíces de aquel roble. Me miró directo a los ojos mientras que con su dedo índice sostenía mi mentón. Se acercó lo suficiente como para que nuestras pestañas se rozaran y me dejé llevar por aquel dulce y a la vez apasionado beso que llenó mi corazón de alegría, a pesar del dolor que sentía.

— ¿Está esto bien? —pregunté una vez que habíamos vuelto a la posición inicial y continuábamos contemplando el atardecer.

—No sabes cuánto he esperado este momento —me confesó mientras sonreía tímidamente—. Siempre supe que teníamos que estar juntos.

Mi mente intentó aclararse y pensar las cosas en frío, pero su mano en mi cabello me provocó una sensación parecida a una caída libre desde la terraza de un edificio muy alto. Estaba enamorada, pero no de su hermano, sino de él. Siempre había sido así y me estaba dando cuenta ahora. Sus ojos, su sonrisa, su sentido del humor siempre presente, sus caricias, sus lunares… él. Me volvía loca, completamente.

—Creo que yo también siempre lo supe —le dije mientras me sentaba para poder mirarlo a los ojos de una forma más cómoda—, pero nunca lo acepté porque estaba con Nick. Creo que me daba miedo herirlo, por eso siempre supe que me engañaba pero no podía hacer nada, no podía verlo sufrir. Me engañé siempre, creí que era feliz.

Unas lágrimas comenzaron a resbalar por mis mejillas sin mi permiso. Estaba cansada de llorar, cansada de mentirme a mí misma. La mano de William las secó y volvió a sonreírme con ternura mientras yo me tranquilizaba.

—Mírame — me dijo mientras me perdía en el tono miel de sus ojos—. Prometo hacerte feliz, no importa lo pase cuando regresemos a casa esta noche, no importa lo que diga mi hermano, nada me va a impedir que consiga ser feliz contigo, ¿entendido?

—Te quiero, Will —dijo mi corazón cuando comenzó a latir con más fuerza.

—Sabes que yo también —respondió, dejándome nuevamente el sabor de sus labios impregnado sobre los míos al mismo tiempo que sentí una de sus manos rodear mi cintura y la otra entrelazarse con la mía. Iba a estar bien, lo sabía.

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