jueves, 21 de enero de 2010

La pequeñísima parte de mi cerebro que conservaba la cordura empezó a hacer preguntas.
[...]
Las preguntas resultaban estúpidas, porque yo sabía la verdad: había estado mintiéndome a mí misma.
Jacob tenía razón. Había tenido razón todo el tiempo. Era más que un amigo para mí. Ése era el motivo por el que me resultaba tan difícil decirle adiós, porque estaba enamorada de él. También. [...]
No me preocupé por nada más que no fuera su dolor. Yo me merecía cualquier pena que esto me causara. Esperaba además que fuera mucha. Esperaba sufrir de verdad.
En este momento, parecía como si nos hubiéramos convertido en una sola persona. Su dolor siempre había sido y siempre sería el mío y también su alegría era ahora mi alegría. Y sentía esa alegría [...].
Sus brazos se cerraron a mi alrededor y me abrazó con seguridad mientras me murmuraba al oído.
Este debería haber sido nuestro primer beso. Mejor tarde que nunca.
Contra su pecho, donde él no podía verme, mis lágrimas brotaron y se derramaron por mis mejillas.

Eclipse; 522-524.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario