lunes, 15 de marzo de 2010

—No llores, Wanda, no llores. Te quedas conmigo.
—Ocho vidas completas —susurré contra su mandibula con la voz rota—. Ocho vidas y nunca encontré a nadie por quien quedarme en un planeta, nadie a quien seguir cuando ellos se hubiesen ido. Nunca encontré un compañero. ¿Por qué ahora? ¿Por qué tú? Tú no eres de mi especie, ¿cómo vas a ser mi compañero?
El universo es extraño —murmuró.
[...]
¿Cómo podía encontrar el amor precisamente ahora, en el último momento, para luego tener que abandonarlo? ¿Era justo que no pudiese conciliar mi cuerpo y mi alma? [...] ¿Era justo que Ian sufriera? Si había alguien que merecía la felicidad, ese era él. No era ni justo ni correcto, ni siquiera... sensato. [...]
Te quiero —susurré[...]—. Yo, el alma llamada Wanderer, te quiero, humano Ian. Y eso no cambiaraá nunca, no importa en qué me convierta [...]. No importa que sea un delfín, o un oso, o una flor: siempre te amaré, siempre te recordaré. Serás mi único compañero.

The Host; p. 710-711

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